SILENCIO


¡Yo no lo maté!
Tan solo abrí el cofre y de repente surgió el mar de esas perlas,
él estaba en la cocina machacando hierbas y se hundió en reflejos bulliciosos.
Nadie sintió el aroma.

Mi abuelo rasguñaba las cartas en el desván
ahogándose en sus lágrimas.
Nadie flotó.

Mi tío pintaba las paredes de cultivos mutilados
quedó  atrapado en un balde rojo.
Nadie vio más que cielo.

Mi primo martillaba la mesa en cantos de jaguares
ocultando su rostro con una mancha negra.
Nadie escuchó el eco.

Por eso me culpan,
vieron que mi padre tocaba el tambor
mientras yo junto a él movía las caderas igual que mi madre.
No olviden que fueron ustedes, los mismos que agujerearon la casa.

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